El Mundo está en Tí

( por el Dr. Deepack Chopra)

 

   Por más convincente que parezca el mundo material -y para vergüenza de la ciencia moderna-, nadie ha podido demostrar que es real. Las personas comunes no están al tanto de los avances de la ciencia, por lo que este grave problema no es conocido. No obstante, cualquier neurólogo puede decirte que el cerebro no ofrece ninguna prueba de que el mundo exterior existe en verdad, y sí muchas de que no existe.


   Todo lo que el cerebro hace es recibir señales incesantes relacionadas con el equilibrio químico, el consumo de oxígeno y la temperatura del cuerpo.    A lo anterior se suma una corriente discontinua de impulsos nerviosos.    Esta enorme cantidad de información no procesada tiene su origen en estallidos químicos que producen cargas eléctricas. Éstas viajan en todas direcciones por una intrincada red de finísimas células nerviosas, y una vez que llegan al cerebro (como un corredor que lleva un mensaje a Roma desde los límites del imperio) la corteza las combina y forma un conjunto aún más complejo de señales eléctricas y químicas.

   La corteza no nos dice nada sobre este procesamiento perpetuo de información, que es lo único que ocurre dentro de la materia gris. Nosotros sólo percibimos el mundo material con todas sus imágenes, sonidos, sabores, olores y texturas.

   El cerebro nos ha gastado una broma, un admirable juego de prestidigitación, pues no existe conexión entre la información no procesada del cuerpo y nuestra percepción subjetiva de un mundo exterior.


   En lo que a nosotros concierne, el mundo exterior podría ser un sueño. Cuando estoy dormido y sueño, veo un mundo de sucesos tan vivido como el que veo durante la vigilia (aparte de la vista, mis otros cuatro sentidos están presentes de manera irregular, pero al menos un pequeño porcentaje de personas tiene los cinco: pueden tocar, saborear, escuchar y oler con tanta intensidad como cuando están despiertos). Sin embargo, cuando abro los ojos en la mañana, sé que esos sucesos tan reales fueron producto de mi mente. Nunca he tomado el sueño por realidad porque doy por hecho que los sueños no son reales.

 

   ¿Mi cerebro tiene un sistema para crear el mundo de los sueños y otro para crear el de la vigilia? No; en términos de función cerebral, el mecanismo de los sueños no se esfuma cuando despierto. La misma corteza visual localizada en la parte trasera de mi cabeza, hace que vea un objeto -un árbol, un rostro, e! cielo en la memoria, en un sueño, en una foto o justo frente a mí. La ubicación de la actividad neuronal cambia ligeramente entre una situación y otra, por lo que puedo distinguir entre un sueño, una foto y el objeto; pero el proceso fundamental siempre es el mismo: estoy creando un árbol, un rostro o el cielo a partir de una maraña de nervios que lanzan estallidos químicos y cargas eléctricas por todo el cuerpo. Por más que me esfuerce, jamás encontraré un patrón de sustancias químicas y cargas eléctricas con forma de árbol” de rostro o de ninguna otra cosa. Todo lo que hay es una tormenta de actividad electroquímica.


   Este embarazoso problema -la incapacidad de demostrar la existencia de un mundo exterior- socava la base del materialismo. Es así como llegamos al segundo misterio espiritual: no estás en el mundo; el mundo está en ti.

   La única razón por la que las piedras son sólidas es que el cerebro interpreta una ráfaga de señales eléctricas como tacto; la única razón por la que el sol brilla es que el cerebro interpreta otra ráfaga de señales eléctricas como vista. No hay luz solar en mi cerebro, cuyo interior es tan oscuro como una caverna de piedra caliza sin importar cuan iluminado esté el mundo exterior.

   En el momento en que digo que el mundo entero se crea en mí, me doy cuenta de que tú podrías decir lo mismo.

  ¿Estoy en tu sueño, tú estás en el mío, o estamos todos atrapados en una extraña combinación de las versiones de cada uno sobre los acontecimientos?

  Para mí, éste no es un problema sino la esencia de la espiritualidad. Todos somos creadores. El misterio de cómo se combinan todos estos puntos de vista individuales -de modo que tu mundo y el mío armonicen- es lo que lleva a las personas a buscar respuestas espirituales.

  No hay duda de que la realidad está llena de conflictos, pero también de armonía. Es liberador darse cuenta de que como creadores generamos cada aspecto, bueno o malo, de nuestra experiencia.    

  Así, cada uno es el centro de la creación.


   Antiguamente, estas ideas se aceptaban de manera espontánea. Hace siglos la doctrina de la realidad única constituía el centro de la vida espiritual. Religiones, pueblos y tradiciones discrepaban muchísimo, pero todos coincidían en que el mundo es una creación indivisa e imbuida de una inteligencia, un diseño creativo. El monoteísmo llamó a esta realidad única Dios; India, Brahma; China, Tao. En todos los casos, el individuo vivía dentro de esta inteligencia infinita, y sus actos constituían el diseño total de la creación. No tenía que emprender búsquedas espirituales para encontrar la realidad única: su vida estaba inmersa en ella. El creador permeaba por igual cada partícula de la creación, y la misma chispa divina animaba toda forma de vida.


   En la actualidad tildamos esta perspectiva como “mística” porque trata con lo invisible. La creencia en una realidad inclusiva ubica a cada individuo en el centro de la existencia. El símbolo místico de esta situación es un círculo con un punto en el centro: el individuo (punto) es en realidad infinito (círculo). Es como la pequeña célula cuyo punto de ADN la vincula con billones de años de evolución.

 



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Comentarios: 1
  • #1

    Jose Francisco (martes, 13 agosto 2013 22:03)

    Bastante excelente lo que nos dice esta realidad de que el mundo esta en nosotros y si no, esta también el dicho de que "cada cabeza es un mundo".
    Muy buen mensaje me da gusto pertenecer a su fundació gracias por la información que me enviaron