Psicología para la autorrealización
Línea Antonio Blay Fontcuberta
Antonio Blay fue investigador de la naturaleza humana y del desarrollo de su potencial interior No fue solamente un teórico, sino que practicó ampliamente las diversas técnicas que enseñaba, ya que nunca habló o escribió sobre algo que no conociera o no hubiera experimentado por sí mismo.
El autor, Intendente Mercantil por la Escuela de Altos Estudios Mercantiles de Barcelona, Diplomado en Psicología y Psicotecnia por la Universidad de Madrid y Miembro de la Sociedad Española de Psicología, se especializó en el estudio de técnicas y procedimientos tanto orientales como occidentales para influir voluntariamente en los estados de conciencia y conseguir un desarrollo superior de la personalidad.
Fue un precursor en España de la psicología transpersonal y durante más de veinte años escribió e impartió cursos y seminarios de psicología de la Autorrealización en Barcelona, Madrid, Bilbao, San Sebastián y Valencia.
Antonio Blay nos dejó el 15 de Agosto de 1985 a los 61 años de edad, en plena actividad docente. Ha dejado una importante obra escrita sobre diversas técnicas y caminos de realización personal, en la línea de lo que más amaba: La unidad de conciencia.
Actualmente se le considera el psicólogo precursor de la Psicología Transpersonal. " Su obra abarca desde los aspectos académicos de psicología moderna, incluyendo los aspectos humanísticos, hasta la experiencia trascendente de los místicos occidentales y orientales"(Def. Gran Enciclopedia Catalana).
Somos muchas las personas que estamos interesadas e implicadas en atender un anhelo, una inquietud interna. Le ponemos distintos nombres y tratamos de desarrollarlo por distintas vías. Somos muchas las personas que compartimos la vivencia de que la aportación de Antonio Blay resulta fundamental en nuestra búsqueda, en el desarrollo de nuestra demanda. Compartimos la vivencia de que con su aportación nos sitúa, nos ordena y orienta, a un nivel que sentimos resonar internamente como muy auténtico o genuino.
Antonio Blay nos habla de un modo claro, concreto, directo; pero sobre todo nos habla de un modo sincero. Nos habla desde su experiencia. Su interés, nos dijo en muchas ocasiones, nunca fue crear adeptos, hacer escuela. Él estaba interesado en transmitir su Experiencia, con el fin de que nos fuera útil, con el fin de que nos estimulara y orientara en nuestro proceder. Puedo afirmar, sin miedo a equivocarme, que su aportación cumple sobradamente tales objetivos. Casi veinte años después de su muerte, el impacto de su aportación sigue extendiéndose. Cada vez somos más los que nos interesamos por sus planteamientos y sus propuestas. Por otro lado, aquellos que las conocemos, fácilmente tendemos a implicarnos progresivamente más en ellas.
Extraido de la página oficial www.antonioblay.com
Especial mención para Apayi, Asociación de psicología para la autorrealización, es una asociación sin fines de lucro que investiga y profundiza en la vivencia del proceso de autorrealización humana basándose en las conferencias y cursos sobre Psicología de la Autorrealización humana que impartía en sus últimos años el psicólogo y gran pedagogo Antonio Blay Fontcuberta.
En este enlace puedes ver fotos del curso que impartió Apayi en el Centro Elim, Enero 2009.
Antonio Blay nos habla que hay un Yo Central y profundo que se puede percibir a través de la meditación y el silencio; pero es difícil mantener esta presencia en la vida diaria porque el exterior nos reclama atención y nos desconecta de nosotros mismos.
Por esto la espiritualidad y la existencia ordinaria, aparecen como una dualidad que escinde y desorienta.
Mirar hacia dentro y hacia afuera al mismo tiempo, es imposible.
La solución es observar toda la realidad desde el fondo, que nuestra visión incluya lo que llamamos dentro y lo que llamamos fuera.
En la vida diaria, las cosas que aparecen fuera, tienen el mismo peso que la interpretación que hacemos de ellas. Nuestra manera de pensar nos produce sentimientos y reacciones, y al estar tan pendientes de ellos, terminamos por llamar "yo" a lo que pensamos, sentimos y hacemos.
Si observamos, descubriremos que estos pensamientos, sentimientos y actos, son fenómenos relativos y que el observador está siempre presente más allá de las circunstancias externas y de los estados psicológicos.
El observador es ese Yo profundo y central; desde ahí podemos examinar nuestro espacio psicológico, descubrir supuestos erróneos, complejos y círculos viciosos. Todo esto entorpece la relación con el entorno y dificulta la expresión de la inteligencia, el amor y la energía que somos.
El crecimiento personal requiere ver lo que somos y también comprender lo que no somos, lo que creemos ser; al ver ésto, el mundo deja de ser un obstáculo y se convierte en una oportunidad.
Los dias 12, 13 y 14 de octubre 2018, la Asociación para el Desarrollo de la Conciencia y la Autorrealización, ha organizado el primer congreso a nivel nacional sobre la figura y el legado de Antonio Blay, en la Universidad de la Mística de Ávila. En el enlace tiene mas información:
QUÉ ES LA AUTORREALIZACIÓN?
Significado usual
Esta palabra se utiliza generalmente en un sentido. Examinando lo que quieren decir con ella muchas personas, descubrimos que entienden por autorrealización el hecho de que una persona encuentre un empleo que le llene completamente, una ocupación en la que pueda expresar sus mejores capacidades, que le satisfaga; algo así como si a través de ello, encontrara su lugar en la vida, en el mundo.
Significado profundo
La palabra tiene realmente una significación mucho más profunda y elevada. Autorrealización, en su versión genuina, en su versión superior, indica una meta concreta a conseguir, que puede ser enfocada desde diversos ángulos. Así, podemos decir que autorrealización es el hecho de centrar y actualizar nuestra conciencia en lo Real. Esto puede parecernos algo abstracto, puesto que podemos preguntarnos qué quiere decir, qué es lo Real. Lo real es lo que es idéntico a sí mismo, lo que es permanente, lo que no cambia ni depende de ninguna otra cosa, puesto que es en sí mismo y por sí mismo. Además, lo real es aquello que tiene en sí, de un modo intrínseco, todas las cualidades y atributos posibles que descubrimos, que observamos en nosotros mismos por lo menos y en lo que nos rodea; es el componente de todas las cualidades y atributos que existen en lo fenoménico. Eso es lo Real.
La autorrealización, vista desde otro ángulo, consiste en descubrir y vivir la verdadera identidad de nosotros mismos, de los demás, así como la verdadera naturaleza y sentido de todo cuanto existe. La palabra identidad aquí es clave. ¿Qué quiere decir identidad? Identidad indica aquello que es la verdadera naturaleza de uno, lo que hace que yo sea YO, lo que constituye la base de mi ser, lo que no está sujeto a nada, ni depende de nada, lo que es idéntico en sí mismo, aparte de todo cambio, aparte de toda mutación fenoménica.
Otro enfoque de la autorrealización consistiría en sintonizar, armonizar y unificar nuestra conciencia con la fuente absoluta, de donde procede toda potencia y energía, toda inteligencia y razón de ser, todo amor, bondad, belleza y felicidad.
Uno puede preguntarse por qué hablamos de esa fuente absoluta. Quizás el término no es adecuado, pero nuestra razón e intuición nos obligan a aceptar que todas esas cualidades, atributos que nosotros percibimos en nuestra vida interna y externa tienen un origen, una causa, una procedencia. Esta causa, como es lógico, está por encima de sus efectos y, por tanto, ha de tener en sí, de una manera intrínseca y en un grado eminente, esas mismas cualidades y atributos que percibimos. Las cualidades que se manifiestan en nosotros son la expresión de algo mayor. En ese sentido podemos hablar de una fuente, de un origen, de una causa absoluta que poseen en sí, en un grado total, esas cualidades. Así, pues, la autorrealización puede concebirse como una potencialización de todas nuestras capacidades. Pero va más allá, al pretender, incluso, llegar a una unificación con lo que es la razón de ser de todo cuanto existe.
A. Blay
¿Es posible llegar a esta Autorrealización?
Todo lo que hasta aquí llevamos explicado nos parece algo muy elevado, muy ambicioso, y uno se pregunta si esto es una posibilidad real o sólo una utopía.
Esta autorrealización es posible, y hay testimonios de ello muy numerosos; testimonios de todas las edades, culturas y tradiciones, más o menos completos más o menos parciales, pero testimonios que están apuntando todos, en un grado u otro, hacia esa misma realización.
Así, en Oriente existen los llamados rishios, o sabios videntes de la antigüedad, que vertieron en las escrituras estas intuiciones profundas, estas experiencias, que no las hubieran podido exponer de no haberlas vivido personalmente.
En época más moderna tenemos todo un linaje de personas ilustres: Ramakrishna, Aurobindo, Ramana Maharshi, Swami Ramdas, Anandamayi Ma. Algunos de ellos son contemporáneos.
También existen testimonios de esta realización en Occidente. Tenemos toda la tradición dentro de la línea cristiana de la iglesia ortodoxa, que se ha dedicado a este trabajo de iluminación interior, de realización experimental, con mucha más fuerza que la rama católica romana. Incluso dentro de esta última existen numerosas personas que han vivido, a su modo, un aspecto de esta realización, entre ellos San Juan de la Cruz, Santa Teresa, como más conocidos. Lo mismo vemos en los primeros cristianos, cuya realización no consistía en la aceptación de un credo, sino en una experiencia vivida, en la propia transformación interior en un Cristo viviente, para lograr, a través de este Cristo, la unión con Dios, Padre, y con todo lo existente. No hablemos ya de un San Juan Evangelista, cuyo Evangelio es una transcripción, en terminología religiosa, de esa misma realización; o de San Pablo, que está expresando lo mismo en sus epístolas y en todos sus escritos.
Estos testimonios de realización existen en otras líneas que no son la religiosa. En una línea más intelectual existen las realizaciones de algunos grandes filósofos, tanto en la antigüedad como en tiempos más modernos. En el arte, todos quienes captan lo universal de un modo u otro y lo viven en su experiencia personal, cuando está captación no es accidental, episódica, sino que se convierte en algo más o menos instaurado, integrado, eso es ya lo que llamamos realización.
En fin, conocemos la posibilidad de esta autorrealización, no sólo por esos personajes que despuntan en la historia de las tradiciones, sino principalmente porque sabemos que son muchas las personas que están viviéndola aunque permanezcan en el anonimato, aunque sean desconocidas. Porque no toda persona que llega a un grado de realización lo ha de proclamar a través de una acción especial. Muchas personas, quizá las de más categoría, por una razón u otra, hacen su labor en el silencio, en la oscuridad, sin que su nombre o sus acciones salgan a relucir para nada ante el público.
Caminos de Autorrealización. Tomo I
A. Blay
Significado de "Psicología para la Autorrealización"
Con la palabra psicología se quiere mostrar por medio del entendimiento y el estudio, el funcionamiento de la mente y la personalidad en proceso de autorrealización. La psicoterapia, no estaría aplicada a patologías, sino a los distintos procedimientos por los cuales la autorrealización se produce o se consolida.
CON LA PALABRA AUTORREALIZACIÓN ABARCAMOS :
1º- El llegar a vivirse con la máxima plenitud, independencia, espontaneidad, veracidad e intimidad posible, desarrollando el potencial de vida: inteligencia, amor y energía.
2º- Aumentar la sensibilidad y sinceridad, expandiendo la consciencia, eliminando los desórdenes emocionales.
3º-La experimentación genuina y personal, sin seguir dogmas o creencias a ciegas. Ver y comprender por sí mismo y luego tomar la propia decisión.
4º- Espiritualizarse: reconocer la identidad esencial del Ser. La clara consciencia-vivencia de quién o qué soy yo, es lo fundamental en lo que llamamos autorrealización.
Se trata de un proceso de "espiritualización" de la mente, o bien, de desidentificación del error, es decir, objetivizar y trascender lo que no soy (ego, personaje), para que brille lo que soy: Ser, Esencia, Centro.
Se trata de comprender la mente y sus contenidos, las estructuras psíquicas de impulsos y respuestas automáticas al estímulo externo, y comprender el porqué del nivel de asimilación y percepción de las circunstancias que se experimentan (personalidad).
Para ello, se realizan una serie de trabajos, porque es necesaria primero una armonización mínima, para poder después investigar y vivenciar la verdad no dual. Esta armonización se logra comprendiendo la mente y la personalidad, y luego trabajando sobre ellas mediante cinco terapias básicas:
CENTRAMIENTO: aprender a situarme donde yo soy yo mismo y vivir cada vez más centrado, dedicar tiempo al silencio mental.
LA ACTITUD POSITIVA REALISTA: para el desarrollo del "yo experiencia", expresar lo que surja del vivir de manera plena y espontánea, el potencial de vida: energía-acción, sentir-gozo y consciencia-inteligencia; expresar sin esperar recompensas de valoración, admiración o afecto de las otras personas. Vivir con todo mi gozo, mi energía y mi inteligencia, porque cuando lo hago, soy yo más yo mismo existencialmente, y la existencia empuja a que ese potencial sea vivido con toda plenitud. Ese potencial, surge independientemente de los modelos sociales de comportamiento, o de ideales neuróticos de búsqueda de perfección.
DESCUBRIR EL PERSONAJE: objetivar lo que no soy como esencia, descubrir el error y la negatividad que se ha construído, comprender la estructura de contenidos psíquicos que están marcando todas nuestras limitaciones, sobrepuestas por el error de la idea de mi y de las creencias.
Descubrir ese montaje de emociones, creencias, culpabilidades, que nos hacen vivir con falta de sinceridad y honestidad, con hipocresía y crítica hacia los demás.
REEDUCACIÓN DE LA MENTE PROFUNDA ( Inconsciente): hay que entender conscientemente muy bien, la nueva visión de mí como identidad y realidad e ir mostrando al inconsciente (mente infantil), como si se tratara de un niño pequeño, la verdad, de un modo directo: que yo he sido en toda mi infancia al igual que ahora, un foco, un potencial de energía, inteligencia y afectividad.
LIBERACIÓN DEL SUBCONSCIENTE: (de las cargas del pasado), cuando la mente descubre en profundidad que no tengo nada que ver con mi modo de ser, que no soy ningún "yo idea", cuando esto llega a ser una evidencia, la mente suelta la prohibición rotunda de aceptar a uno tal cual es. Esto hace que vayan saliendo energías reprimidas, experiencias dolorosas, no asimiladas, que provocan huídas, ataques descontrolados y hábitos de placer compensatorio a la angustia.
Alcanzada una mínima armonización de la personalidad, y junto con el Centramiento y la Reeducación de la mente profunda, las terapias se amplian en Meditación, Contemplación e Investigación de la Realidad.
El Centramiento
Podemos estar en la vida con una actitud muy exteriorizada, periférica, o, una centrada, profunda.
A nivel físico, cuando voy por un lugar peligroso, pongo la atención en mis movimientos, el máximo control de mi actividad física, estoy buscando el centro. En determinadas situaciones afectivas, trato de estar todo yo presente, no permito que salga algo inapropiado, sino que intento estar en el centro de lo que siento profundamente. Cuando se trata de hablar, o tomar una decisión muy importante, ocurre lo mismo, me sitúo en una zona central, donde pueda decir lo que me parece más adecuado.
Esta actitud de vivir desde ese punto donde yo soy más yo mismo y que me hace manejar mejor las cosas, las reservamos para momentos muy importantes o de urgencia.
Toda la vida está fluyendo desde ese centro, desde ese eje central (centro mental, centro afectivo y centro de energía) de donde surge toda capacidad de comprensión, de sentimiento y de acción; todo lo demás es manifestación periférica de ese centro.
Desde el centro, la identidad, se funciona con soltura, se actúa con rapidez y eficacia, y no hay identificación; hay plena disponibilidad de ver, sentir y actuar.
Todo trabajo interior, cualquiera sea el enfoque, es para alcanzar ese fondo; algunos buscan el fondo energético (físico, mental), como las artes marciales; otros, como la meditación religiosa, tratan de llegar a vivir el fondo del sentir y amar desde ahí; en meditaciones de tipo metafísico es llegar al fondo de la mente y desde allí conectar otros niveles de consciencia.
Es aconsejable para un equilibrio personal, trabajar los tres niveles, de lo contrario, el nivel que esté menos desarrollado, nos traerá dificultades.
Centrarse, es aprender a vivirse como sujeto que ve, que siente, que conoce, que actúa; es tratar de estar más allí donde uno es uno mismo.
Es una luz central que ilumina todo lo que se mueve alrededor, entonces se puede ser consciente de una cosa o de otra, sin perder la consciencia del que ve, sin pensar
En el pensar, la mente hace un gesto automático y se cierra sobre algo en particular, excluyendo el resto.
La atención central, es una atención como sujeto, no hacia el objeto y está implicada en el centramiento en su fase mental. Estar centrado es una actitud interior profunda, significa vivir cada momento con toda mi lucidez, con toda mi capacidad de sentir, con toda la capacidad de movilizar la energía que pueda.
“CUANDO VIVAS CENTRADO, EL EXTERIOR NO TE PODRÁ AÑADIR NI QUITAR NADA DE LO QUE ERES."
A. BLAY
El Desarrollo como respuesta interna
Toda nuestra vida, toda, es constantemente un proceso de actualización de un potencial. Toda nuestra vida, sea desde el punto de vista físico, afectivo, mental, desde el punto de vista que sea, es una constante respuesta a estímulos internos o externos; y es mediante estas respuestas -sean de tipo energético, de tipo mental o de tipo afectivo-, que se va estructurando nuestra personalidad.
No hay nada absolutamente que nosotros podamos vivir, que no sea una actualización de un potencial interior. Yo no adquiero nada en sí del exterior sino que respondo al exterior y esta capacidad de respuesta es exactamente lo que constituye mi desarrollo.
Por lo tanto, si esto ocurre así en todos los aspectos de mi existencia, si toda mi vida es un constante proceso de actualización, eso quiere decir que yo ahora, de algún modo, ya soy todo lo que puedo llegar a actualizar. O sea, que si yo me imagino todo lo que yo podría llegar a actualizar, suponiendo unas condiciones determinadas, ideales, óptimas, favorables -lo que yo podría llegar a desarrollar como inteligencia, como felicidad, como conciencia de realidad, de plenitud-, todo esto me está dando indicios de eso que soy en ese centro de mi propia potencialidad.
MI VERDADERA IDENTIDAD
Esa potencialidad, de donde surgen todas mis respuestas, no es algo alejado de la realidad.
A esa potencialidad, la llamo precisamente potencialidad sólo porque lo miro desde mi percepción física, o mi experiencia sensorial, ya que esta potencialidad, en su propio nivel, es mi realidad; y es en este plano de la experiencia concreta que se va manifestando como mi realidad personal en el tiempo y en el espacio. Pero todo lo que yo voy siendo y lo que pueda llegar a ser en este proceso de devenir, todo eso es la actualización en el tiempo, en lo fenoménico, de algo que yo ya soy en un nivel o en un punto más central. Y ese nivel o punto central es lo que realmente soy. Y además, lo soy constantemente, es mi identidad, es lo que soy en mí mismo; y lo que yo voy actualizando son modos de ser de ese Ser total.
Querría que esto quedara claro. El hecho es que, lo mismo si lo miramos desde el punto de vista de una realidad suprema -que podemos llamar Dios o el nombre que queramos-, como del punto de vista de una simple experiencia de nuestra propia vida concreta, vamos a parar a lo mismo: yo, mi verdadera identidad no es eso que aparece en mi conciencia actual, sino que mi verdadera identidad es lo que hace que yo sea yo. Es esa continuidad de identidad que yo tengo, es ahí donde soy toda mi capacidad de ser. Ese nivel central es mi verdadera identidad, de él surge mi noción de yo.
Como yo hasta ahora sólo he desarrollado una conciencia muy periférica, muy externa, y como además, toda la educación y la sociedad me están obligando a vivir en este nivel externo, yo he aprendido a aceptar que yo sólo soy ese modo de ser. Lo que yo soy en esa realidad central, es algo que lo soy ahora, es algo que lo soy en todo momento y que lo soy del todo.
Mi único problema es que yo vivo creyendo que soy otra cosa, porque durante toda mi vida he sido educado, mentalizado, he recibido una suma de sugestiones, constantemente, para que yo acepte mi realidad sólo como un modo particular de ser; porque los demás viven así, porque me enseñan a vivir así y porque se molestan conmigo y me rechazan si yo no vivo con esta misma escala de valores.
Todo lo que yo puedo llegar a vivir en el tiempo a través de un desarrollo, es lo que ya soy en un centro. El tiempo no añade nada a lo que soy. El tiempo es sólo un despliegue progresivo de esta identidad que soy. Por lo tanto, todo lo que yo pueda llegar a vivir con el tiempo, a través del tiempo, lo puedo vivir ahora en la medida en que yo me sitúe en este mismo nivel de profundidad donde está. O sea que el desarrollo en el tiempo es equivalente a mi profundidad actual ya que yo soy en todo momento esta realidad donde existe toda la plenitud.
PLENITUD, LUCIDEZ
Si yo ya soy eso ¿por qué no lo vivo? Porque estoy sugestionado para vivir creyendo ser otra cosa. Pero es que además hay otro hecho muy curioso: y es que esa realidad central que soy, lo que es mi verdadera realidad es, además, plenamente consciente, ya que esa realidad es básicamente conciencia, lucidez. Es inconcebible una realidad de la inteligencia que sea inconsciente. Si eso es algo, es pura conciencia, es lucidez. Eso es lo que somos: plenitud, conciencia y pura lucidez. Y ahí está la maravilla, que nosotros estamos viviendo como si esto no existiera. Podríamos decir que nosotros somos esa plenitud consciente, de la cual somos inconscientes.
Esta plenitud y esta conciencia ya están dentro; ya la soy, no es que sea algo distinto a mí; es lo que siempre he sido.
El problema es: ¿en qué medida yo soy capaz de reconocer-me? ¿En qué medida vivo instalado en mi centro de ideas, de esquemas mentales, con sus separaciones, con sus dualidades, con sus contradicciones y sus tensiones? ¿En qué medida yo soy capaz de poder situarme en ese centro donde yo ya soy esa totalidad?
Lo que nosotros entendemos como conciencia, apenas es conciencia. Lo que nosotros llamamos conciencia es como una minúscula porción superficial y parcial de esta conciencia total que somos. Este fenómeno es muy curioso y lo podemos ver en nuestra vida diaria; nosotros somos siempre mucho más conscientes de lo que nos damos conscientemente cuenta.
Por ejemplo, sólo cuando yo estoy enfermo me doy cuenta que antes me encontraba muy bien. O sea, que sólo me doy cuenta de mi conciencia de salud cuando ésta se altera. Y por eso después de haber estado enfermo, de haber estado mal, el día en que nos sentimos bien gozamos ese sentirnos bien como siempre. Observad esas palabras: bien como siempre. Pero sólo lo gozamos los primeros momentos. A los tres días, o dos días, o a la media hora de sentirme bien, ya dejo de ser consciente de ese bien que me siento.
Y entonces es como si mi mente se volviera a cerrar y volviera a vivir ausente de una cosa real (como el estar bien), para estar preocupada de las cositas que se van moviendo en la periferia.
Si se entiende bien este ejemplo que todos conocemos por experiencia, observaremos que es un verdadero misterio el hecho de que siendo conscientes, vivimos como si no lo fuéramos.
Nuestra realidad total es exactamente del mismo orden; somos ya esta plenitud total, sólo que hemos de recuperar esta conciencia, porque estamos viviendo con la mente crispada, cerrada, agarrándose a unas cuantas cosas en particular que hacen que yo en mi nivel externo no esté viviendo plenamente lo que ya estoy siendo y viviendo en el nivel más profundo.
Extraído de "La Realidad".
Antonio Blay
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#1
Absolutamente cierto, definitivamente útil, lo comprobé. Te hace una mejor persona, te conecta con el ser, ese ser que somos, que solo vino a vivir una experiencia terrenal.
Gracias.
Un abrazo -
#2
un abrazo Edel
Namaste -
#3
Querido/a Juani: ja...Edel, (mujer) ya que se usa para ambos sexos, bien :) no tiene gran importancia, solo quería decirte que se me ocurrió pensar que hubiera pasado si se hubieran reunido el científico Jean Pierre G. Malet y el dr. Antonio Blay Fontcuberta,...y me hizo recordar cuando una amistad surgió entre Wolfang Pauli, científico, premio Nobel y el dr. Carl G. Jung, de los cuales uno aportando el comportamiento de las partículas y el otro el cuento de los príncipes de Serendip, nos dejaron "serendipia" luego llamada,..."La sincronicidad",mmm esoa pares debieran encontrarse mas a menudo, ja...solo una ocurrencia.
Un abrazo, gracias por esta agua diamantinafresca y vital que es tu página.
Desde Argentina, un abrazo gigante.
edel -
#4
Hola Edel, soy Juani (mujer, jaja), buen planteamiento! quien sabe..por alguna razon no coincidieron en tiempos terrenos, aunque las enseñanzas de Blay siguen tan vivas, frescas y experienciales en el ahora.
Gracias por tu visita por la página!! un fuerte abrazo.
PD. de qué provincia de Argentina sos?
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#5
Estoy redactando todo el Curso de Autorrealización ya que no encontré por ningún sitio el curso escrito. Un amigo mío me ha dado unas hojas en las que están trozos que le han gustado de la autorrealización y he pensado en redactar por escrito todo lo que dijo Antonio Blay en ese curso (solo hay audio) para que la gente que lo quiere pueda leerlo. No sé por donde publicarlo cuando lo acabe.
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#6
hola Uri, el libro si existe en papel en España. Se llama Ser- curso de psicologia para la autorrealizacion. de Ediciones Indigo
un abrazo
La Realidad
Vivir la realidad es eminentemente vivir el presente; es descubrir que sólo existe el presente y que el presente es una totalidad, y que ahora yo no estoy viviendo esa totalidad porque hay una parte de mi que está pendiente del pasado que llevo dentro no liquidado, y esa parte del pasado no liquidado que llevo dentro es la que se proyecta mecánica e inevitablemente en un deseo de futuro determinado, entonces, este juego de que mi pasado dentro se está proyectando hacia mi futuro, mi idea de futuro, está impidiendo que yo viva toda la realidad que soy, y que encuentre la plenitud en el presente.
Realizarse es eliminar toda esa carga, todo ese lastre que llevamos del pasado; y cuando eliminamos todo esto, la necesidad compulsiva de proyectar hacia el futuro desaparece, y entonces, la persona descubre la dimensión ilimitada del presente, del instante. Sólo existe el instante, pero estamos resbalando por encima de ese instante porque no tenemos disponibilidad interior para vivir la situación hasta el fondo y desde el fondo, entonces, esta inercia mecánica que está funcionando en mí, constantemente me hace interpretar el presente en función del pasado y proyectarlo en función del futuro y eso es una distorsión que me está impidiendo vivir mi propia realidad a fondo, ahora, mucho más la realidad de los demás y de las cosas, porque siempre el cristal estará empañado por un pasado que me está echando sus motas negras.
Lo que afecta a la mente no es el que existan percepciones y fenómenos de conciencia, lo que afecta a la mente son todas las cosas vividas que yo no he liquidado, son todos los asuntos pendientes, deseos y temores que subsisten dentro, todo lo que son experiencias no finiquitadas, o sea no vividas del todo, no digeridas del todo.
Cuando era pequeño y luego de grande porque ya lo he aprendido, cuando tengo una experiencia desagradable, procuro olvidarme de ella, cuanto más pronto mejor, entonces, busco un estímulo que me sustituya esa cosa desagradable y esto impide que yo viva aquella experiencia desagradable del todo, que haga la digestión mental de ello, entonces esto yo lo corto, quiero que no exista porque es desagradable, lo estoy inhibiendo y así corto su digestión consciente; esto quedará allí, cortado, inhibido, no seré consciente de ello, pero estará empujando desde dentro constantemente y se traducirá en una tendencia a desear o temer, según sea la experiencia.
Si es una experiencia de dolor proyectará en mí el miedo a todas las situaciones similares a esa, inevitablemente, sin saber por qué; si la experiencia es agradable proyectará mi deseo hacia esa experiencia agradable para que esta se repita una y otra vez. Como nuestra vida está llena de cosas agradables y desagradables que no hemos vivido a fondo, nuestra mente es un tejido, una red que está llena de cosas pendientes y es por eso que nuestra cabeza no para nunca, y esto viene de toda la agitación interior que hay constantemente y afecta hasta el dormir en profundidad, porque hay tal cantidad de material dentro que está tratando de liquidarse, incluso a nivel inconciente que no se puede llegar a descansar en profundidad.
Porque todo asunto interior que no se ha vivido totalmente, tiende a quererse vivir totalmente, entonces es esa dinámica interior que me está proyectando compulsivamente hacia algo, lo que interfiere; no es el recuerdo del pasado, es la agitación mental, emocional, vital que está implicando este pasado no completado, no vivido totalmente. Ej. Si yo he tenido problemas de sentirme disminuido, menospreciado, habrá en mí una absoluta necesidad de resolver esa situación, y resolverla definitivamente, porque sino, estaré repitiendo el mismo problema una y otra vez, y mientras yo no elimine la situación a fondo, eso actuará compulsivamente a pesar mío.
Extraído de una conferencia de A. Blay
¿En qué consiste nuestra Libertad?
La libertad no consiste, como se nos ha dicho muchas veces, en que podemos hacer lo que queremos. Esto resulta muy halagador, pero no es cierto; podemos, es verdad, hacer algo por nosotros mismos, más no del modo que solemos pensar, como en seguida veremos.
Inicialmente, en el aspecto material, no somos más que una célula. Todo lo que llegamos a ser después nos lo incorporamos del exterior. Y esto ocurre no sólo en el plano fisiológico, sino también en todos los niveles personales. De modo que toda la efectividad, todas las ideas son de algún modo producto de los materiales que nos vienen de fuera. En realidad existen en nuestro interior unas fuerzas virtuales, que marcan ciertas preferencias, unas direcciones a nuestra estructura individual. Pero todos los elementos concretos, absolutamente todos, los extraemos del exterior. De ahí podemos deducir la enorme influencia que tiene el ambiente en la formación, desarrollo y expresión de la personalidad.
Si bien nosotros contamos con estas fuerzas virtuales y las hemos actualizado incorporándonos tales elementos del ambiente, queda todavía por dilucidar otro factor, a saber: ante estas fuerzas y estos elementos, ¿dónde estoy yo?, ¿qué papel desempeña mi foco de referencia, mi eje personal?
Todos vivimos la experiencia de que en un momento dado, por ejemplo, nos situamos en un plano puramente instintivo, biológico, y en este preciso momento, cuando yo estoy situado en el plano biológico, las leyes que rigen para mí son únicamente las biológicas. Cuando estoy en un nivel afectivo, para mí no existe más que amor-odio. Y cuando me vivo sólo en un nivel mental, impera para mí el principio verdad-error. En cada uno de estos niveles yo estoy determinado, en cada uno de ellos no puedo actuar de modo diferente de lo que es mi naturaleza en este nivel; por lo tanto, en cada uno de mis niveles no tengo libertad. Lo que ocurre es que quizás yo sí pueda pasar de un nivel a otro, o vivir ciertos niveles desde otros más elevados. Y esta posibilidad de desplazamiento voluntario de mi foco de conciencia es lo que no me viene dado ni por la herencia ni por el ambiente.
Por la herencia se me entrega una fuerza direccional interior, por el ambiente unos materiales, y con ambos elementos cada uno edificamos nuestros niveles físico-psíquicos, pero, ¿dónde queda el yo?, ¿en qué punto de mi estructura psíquica me encuentro libre? Cuando me sitúo en un nivel, quedo determinado por las leyes de este nivel. Por lo tanto no tengo libertad de acción en ninguno de los niveles mientras me estaciono en uno de ellos; lo que sí tengo, es libertad potencial para desplazarme de un nivel a otro, para seleccionar en qué nivel he de situarme, y, desde él, determinar mi conducta y mis estados. Pero aún esto, no siempre. Pues sólo puedo hacerlo mientras estoy despierto, atento, lúcido; cuanto más lúcido esté, mayor capacidad tendré para seleccionar el nivel en que quiero situarme. Por el contrario, si no permanezco del todo lúcido, quedaré más o menos identificado por inercia en uno u otro de mis niveles de modo automático, y entonces tampoco tendré completa libertad.
La tercera dimensión es, pues, esta capacidad de desplazarme de un nivel a otro, que depende de la amplitud de conciencia, de la madurez interior. Según me sitúe se seguirá una resultante y esta resultante será inevitable. En definitiva, lo que varía, dependiendo en cierto grado de mí, es el punto en que me coloco, que obedece a mi capacidad de situarme voluntariamente más arriba o más abajo.
En este sentido la libertad no consiste en hacer lo que uno quiere, sino, en el hecho de seleccionar qué escala de valores utilizaré en un momento dado. Mi libertad, reside en la capacidad que tengo para no depender de unos niveles, para sustraerme a su influencia.
La libertad es, pues, la capacidad de disminuir el número de los condicionamientos que me determinan.
Cuando la persona deja de quedar automáticamente identificada con un nivel, está suficientemente despierta, lúcida, para poder desplazar su mente a otro nivel, a voluntad, y vivir desde allí; en este caso se libera de los niveles de los pisos inferiores. Y según va ascendiendo en esta capacidad de liberarse de niveles, adquiere gradualmente conciencia de mayor libertad, libertad de no hacer, libertad de emanciparse: libertad igual a liberación.
Extracto de “La Personalidad Creadora”
Antonio Blay
Investigación de la Realidad- A. Blay- Enseñanzas de Ramana Maharshi
¿QUÉ ES LA REALIDAD?
Esto en cuanto a los problemas que nacen de nuestro deseo, de nuestra aspiración. Pero incluso los problemas que surgen en nuestro intelecto, el deseo de conocer la verdad, la verdad de las cosas, la relación de lo múltiple con lo uno, etc., todos los problemas filosóficos que nos puedan interesar son asimismo proyección de un solo problema, de una sola cuestión. Cuando alguien nos pregunta, ¿por qué tal cosa?, ¿por qué tal otra?, nosotros normalmente nos devanamos los sesos, consultamos libros, corremos de un lado para otro buscando contestaciones al por qué, ¿por qué existe el dolor?, ¿por qué hemos nacido? Si lo mirásemos bien, veríamos que estamos corriendo de un modo frenético a oscuras y empezamos por no entender la pregunta.
Si la entendiéramos caeríamos en la cuenta de que en la misma pregunta está ya contenida la respuesta, porque todo, «¿por qué?», en el fondo es buscar la realidad de la cosa. Al decir, «¿por qué?», no buscamos sólo la contestación normal; en realidad lo que estamos buscando es lo que hace que aquello sea de esta manera y no de otra, buscamos su razón de ser y al encontrar su razón de ser, encontramos más su ser, más su realidad. O sea que todas las inquietudes intelectuales que tenemos surgen de la proyección de esta única inquietud: «¿qué es la realidad?» Cada vez que buscamos el por qué de algo queremos encontrar la realidad de aquel algo y esta realidad no es nada más que una proyección de esa única realidad, de esa única noción de realidad que tenemos y que somos. Pero como no la vivimos de un modo directo, sino de una manera fragmentaria la buscamos también de un modo fragmentario a través de cada una de las cosas que vamos percibiendo. La conclusión es que, en el fondo, toda investigación sobre el «qué» y el «cómo» y el «porqué» de las cosas es una proyección de este único planteamiento: ¿qué es la realidad? No sólo la realidad de tal cosa o de tal otra, sino la realidad en sí misma, que después se expresa en tal cosa y en tal otra.
Todos los problemas, pues, se reducen a uno, de la misma manera que antes hemos visto que todos mis deseos y anhelos se reducen sólo a una necesidad interior de vivir la noción de la realidad, de plenitud.
Todos sentimos cierto atractivo y admiración por cuanto significa poder. Pero hay muchas personas que sienten hacia la noción de poder una fascinación extraordinaria. Claro que muchas veces este poder se admira y se desea desde un punto de vista egocentrado, el poder del yo sobre los demás. Pero en el fondo, incluso en este caso, es una admiración de la noción misma de poder.
Encontramos esto mismo al pensar en todo cuanto existe: el poder de crearlo y el poder mantenerlo en la existencia, pensamos por tanto en lo que hay detrás de todo cuanto existe. En el fondo esta inquietud y esta admiración hacia el poder no es más que una proyección de la noción de poder que surge en nosotros, porque la hay en nosotros, claro está, pues si en nosotros no hubiera esta noción de poder, esta noción de verdad última, de plenitud, de amor, no habría inquietud, ni movimiento. Lo que nos empuja, lo que nos produce malestar, nos causa tensión y nos lleva a movernos siempre es el hecho de que dentro de nosotros hay algo que busca acabarse de vivir, completarse, realizarse, actualizarse del todo.
Podríamos compararlo a la tendencia del niño pequeño a meter todas las cosas en la boca porque dentro unas muelas y unos dientes empujan para salir: la causa de ese frenesí que le hace ponerse absolutamente todas las cosas en la boca es algo que tiene dentro y quiere salir y desarrollarse. En nosotros no habría inquietud si no hubiera algo por dentro que nos empujara, y si buscamos algo es porque por dentro nos mueve. Pero como lo buscamos fuera, nunca lo encontramos. El modo más seguro de encontrarlo será por lo tanto irlo a buscar a la misma fuente desde donde nos empuja. Si nosotros podemos llegar a la fuente que nos empuja, entonces encontraremos la satisfacción total, descubriremos la verdad única, viviremos la potencia plena.
Uno de los requisitos para llegar a esta meta es que trascendamos el estado del «ego», del «yo» separado», «yo personal» o ahamkara. Es una prueba difícil, puesto que consiste en estar sin pensar y nos parece que si estamos sin pensar vamos a perder el juicio. Y no es éste el miedo mayor, sino que llegado el momento en que dejamos de pensar, no nos podemos amparar ya en las falsas verdades en que solemos apoyarnos, y por eso en cuanto uno deja de pensar, siente inmediatamente como si le amenazaran muchos peligros, incluso sabiendo que está exteriormente seguro. Y es simplemente por el hecho de no seguir agarrado a las ideas que normalmente uno toma como punto de apoyo, de que yo estoy seguro económicamente, seguro socialmente, seguro desde todos los puntos de vista. Al abandonar todo esto, experimentamos un sobresalto.
Pero además parece que hay una repugnancia general acerca de la aceptación de que hemos de dejar el yo personal, que nuestro yo personal ha de morir. Esto nos causa pánico, pero, ¿por qué?: es natural que nos asuste; al fin y al cabo el yo personal es el que vivimos en nuestra experiencia diaria de un modo más real y es lógico que ofrezcamos resistencia a abandonar este yo que está detrás de todas nuestras acciones diarias, de todos nuestros sentimientos, de toda nuestra actividad.
Ramana Maharshi nos dice: «cuando digo «yo soy», estoy en la verdad; cuando digo «yo soy esto», éste es el error». Quiere decir, que en el «yo» hay algo que es absolutamente real, pero hay algo que no es real.
Lo que vivimos precisamente como realidad, esa fuerza interior, esa energía, esa potencia sí que es real. Pero nosotros no nos contentamos con vivir esto de un modo simple, directo, sino que inmediatamente le ponemos al lado una etiqueta, un adjetivo y queremos en seguida confundir esta noción de «yo soy», con «yo soy el cuerpo», o «yo soy fulanito de tal», o «soy inteligente», o «tonto», o «rico», o cualquier otra cosa. Y el error es este «algo» que ponemos al lado, porque entonces hacemos consistir el «ser» en el «algo», un malabarismo mental debido a un fenómeno de equivocación también mental, de error, de ignorancia; confundir el ser con la apariencia, lo real con lo aparente, lo esencial con lo accidental. Al decir «yo soy esto» inmediatamente ponemos una barrera, un límite al hecho de «ser», a la realidad de «ser», circunscribimos el «ser» a la «forma», a un nombre y éste es el error.
Por lo tanto, al decir que tenemos que trascender el yo, no se trata de renunciar a nada que sea real en nosotros, sino precisamente de vivirlo del todo. Hay que descubrir qué es mi «realidad» y no confundirla con otras cosas que no son mi «realidad». Y la prueba de que las otras cosas no son mi realidad es que después las he de dejar, la vida me las quita, y al fin la experiencia demuestra que se traducen en dolor. ¿Por qué? Porque no son la «verdad». O sea que se trata precisamente de buscar esto, ¿qué soy yo?, esta noción directa, viva, esa fuerza que hay detrás de todo lo que yo hago. Buscarlo y una vez la mente llega a entrar dentro de ella, tomar conciencia de esta fuente, de este punto clave que está más allá de toda dimensión, más allá de toda circunstancia, más allá de toda contingencia. Hay que llegar a esa integración de nuestra mente consciente, del foco de nuestra atención con este punto vivo, intenso, que está viviendo ya siempre presente y que es el centro de lo que llamamos yo. Evitando toda definición, no contentándonos con verdades parciales, porque la verdad parcial en este caso es la que nos impide ver la verdad total, y entonces esa verdad parcial se convierte en una mentira.
Hay que entender bien esto para evitar la resistencia y el miedo que tenemos. Cuando hemos de buscar nuestra realidad no tenemos que renunciar a nada que realmente valga, sino por el contrario hemos de encontrarlo todo. No hemos de dejar trozos de cosas que queremos. Las cosas que queremos ¿por qué las queremos?, porque son proyecciones de esta realidad, porque nos conducen a un poco más de bienestar, a un poco más de felicidad. Pues se trata de vivir la felicidad que buscamos en cada cosa, pero no sólo la que nos da esa cosa, sino vivirla toda, se trata de buscar no sólo esta realidad que hay en nuestro cuerpo, sino toda la realidad que existe en cada cosa que podemos encontrar, toda la realidad que existe en lo manifestado; se trata de llegar a la noción total, a la experiencia total de realidad, de verdad, de plenitud, de energía, de ser.
Lo que importa es recuperarnos, no perder. Exteriormente aparecen los problemas y hay que sacrificarse y renunciar. Pero esto es visto desde fuera. Quien está siguiendo el proceso lo único que hace es ir recuperando, recobrando, creciendo, despertándose. Por eso dicen que cuando se llega al estado de realización no se encuentra una cosa nueva, se encuentra lo que uno siempre ha sido; no hay una adquisición de nada nuevo. Aunque esto, una vez más, se presta también a crear problemas en nuestra mente consciente. Quizás podríamos comparar este hecho a lo que ocurre cuando nos comparamos en nuestro estado actual como cuando éramos jóvenes. Yo soy el mismo de entonces, no obstante soy diferente. Pero puedo decir que soy el mismo, a pesar de que ha cambiado todo en mí, porque yo me vivo como la misma persona, como el mismo ser. Pues bien, podríamos decir que cuando uno vive esta realidad interior, descubre que la ha tenido siempre. Es un aspecto muy extraño de la experiencia del despertar. Volvemos a lo que decíamos antes: ¡lo que cuesta entender las verdades!
Nosotros somos plenitud, somos realidad. Entonces, ¿cómo es que nos planteamos problemas?, ¿cómo es posible que nosotros seamos plenitud, seamos realidad y que no obstante no nos demos cuenta? Es que lo que ahora decimos que es nuestra conciencia no es nada más que un solo rayo de luz, es la noción de realidad y mucha sombra. La sombra es ausencia de luz, no es nada de por sí. Si pudiéramos afirmar «yo soy», si quisiéramos adoptar la actitud mental de plenitud que fuéramos capaces de actualizar ahora, la que está a nuestro alcance en este momento, no haríamos nada más que convertir en acto lo que ya está en nosotros permanentemente.
Como no se trata de adquirir nada, ni de incorporarnos absolutamente nuevas ideas, ni nuevos sentimientos del exterior sino que está todo dentro, en la medida en que seamos capaces de adoptar interiormente la actitud de ser, de plenitud, de felicidad, de realidad, de poder, en esta misma medida nos iremos recuperando, redescubriendo la verdad. Es sencillo, pero nos cuesta porque estamos hipnotizados por nuestro hábito de pensar que «yo soy esto», «soy poca cosa», «tengo problemas», «no realizo mi ambición». Esta es la ignorancia. La ignorancia no consiste en que nos falte conocer alguna nueva verdad, sino en creer que yo soy una cosa que no soy, en olvidar lo que realmente soy y en el fondo estar buscándolo constantemente durante toda la vida. Cuando por la mañana nos despertamos, recuperamos nuestra conciencia de personalidad, pero en realidad con conciencia de personalidad o sin ella, hemos sido siempre el mismo. Se trata pues de volver a recuperar nuestra noción de realidad, y esto no por ninguna maniobra externa, no porque nadie nos dé ninguna clave, ningún secreto, sino simplemente por el hecho de vivir de un modo directo, inmediato nuestra aspiración, por vivirla en presente.
Hay que utilizar el poder de afirmar, el poder de actualizar, hay que tener el coraje de realizar todo lo que estamos aspirando, todo lo que estamos intuyendo, de disponernos interiormente como si ya lo viviéramos, como si ya lo fuéramos. Es esto que cuando no se ve parece un absurdo y cuando se ve resulta transparente. Ya somos todas estas cosas; lo único que nos impide vivirlo son nuestras ideas negativas, nuestras actitudes de limitación. En la medida en que vayamos reafirmando en nosotros las actitudes positivas y las ideas amplias de afirmación total, lo único que haremos será recuperar la verdad, lo que realmente somos. Pero tenemos miedo. Y el miedo impide pensar bien, sentir bien, actuar bien.
¿De qué tenemos miedo? Tenemos miedo de que nos venga algún daño, algún perjuicio de un modo u otro. De nuevo estamos proyectados hacia fuera, pendientes de la realidad exterior que ha de venir a confirmar o negar nuestra realidad personal. Démonos cuenta de este engaño, no hemos de depender en nuestro ser de nada del exterior en absoluto. Porque lo que somos lo somos con exterior y sin exterior. Y hemos de ser capaces de volver a descubrir nuestra realidad, volver a, vivirla, a vivirla en presente, tener el valor de poder afirmar «yo soy». Y que la mente se dirija sin vacilación a tomar plena conciencia de este acto de ser, investigando sin cesar. Que investigue a pesar de los miedos, que adopte la actitud de apertura interior, de abrirse ante todo lo que sea verdad, pase lo que pase. No hemos de tener nunca miedo a la verdad.
Descubrir lo que somos, lo que es nuestro ser, lo que hay en el eje de nosotros mismos. Esto no nos ha de producir nunca miedo, ni nos ha de desviar si evitamos cuidadosamente formarnos falsas ideas o ideologías, si buscamos directamente la experiencia. Todo lo que nos da valor es nuestra experiencia. Nuestro desarrollo es producto de la experiencia. No de teorías ni de ideas, sino de la experiencia, de lo que vivimos de un modo directo e inmediato. Hemos de llegar al fondo de esta experiencia hasta vivir realmente quien soy yo, qué experimento, quién es ese que está detrás de cada experiencia. Sin confundir el yo con ninguna experiencia particular. Buscar este centro que une todos los radios, este «yo» que está detrás de cada instante.
Eso sólo depende de nosotros. No hemos de echar la culpa a nadie. No hemos de quejamos de la vida. La vida está bien hecha, el mundo está bien hecho. Es nuestra mente la que tiene sombras, que está medio cerrada, en un período infantil. Y tiene exigencias de persona mayor. Nuestra mente es la que ha de volver a su sitio, a su fuente, en lugar de vivir como los niños pendientes de todas las cosas que brillan, de todos los detalles externos.
Aprender a que nuestra mente se abra hacia dentro, hasta que llegue a vivir bien lo que constituye el centro, la fuente y el eje de cada uno de nuestros actos, de nuestros pensamientos, de nuestros impulsos. Todo se reduce a un problema de completa apertura interior de la mente.
Esto se puede hacer en silencio, en meditación, siempre con la investigación constante «¿qué soy yo?». Pero también se puede practicar sobre la marcha, mientras actuamos, a condición de que lo hagamos con todo nuestro ser, con toda la fuerza, con toda la capacidad y que mientras actuemos así permanezcamos despiertos. Porque al actuar con toda nuestra capacidad, esta capacidad se hace para nosotros una realidad consciente. Y cuando somos conscientes de toda la realidad y de toda la capacidad, inmediatamente percibimos lo que hay detrás de ella. Si vivimos de un modo superficial, en este ambiente habitual de seguridad, con esta política de no arriesgarnos, de no aventurarnos, de ir tirando, no podemos pretender llegar a ninguna verdad con mayúscula, a ninguna realización capital.
Si queremos vivir así, conforme, pero hemos de saber que toda la vida nos la pasaremos «a medias tintas». El que sienta la urgencia de descubrir la verdad ha de estar dispuesto a luchar por ella del todo, a vivir del todo. Este «del todo» no quiere decir que tenga que ser muy impulsivo, significa que debe ser muy generoso, estar muy abierto por dentro, sin reservas ni salvedades, con toda su capacidad en lo que hace y estar muy abierto mentalmente para percibir toda la fuerza que nos lleva a actuar y el eje que hay detrás, que es la fuente de donde brota esa fuerza.
O sea que el camino está a nuestra disposición. Es un problema de disposición interior, de coraje, de espíritu de aventura, de lanzarse a vivir. Aunque exteriormente uno puede seguir haciendo exactamente lo mismo que hace de ordinario, porque el trabajo de realización no consiste en hacer nada exterior. Muchas veces le han preguntado a Ramana Maharshi «Yo voy a renunciar a la familia y voy a hacer vida de monje peregrino, porque eso me facilitará la liberación», y él siempre ha contestado más o menos lo mismo: «¿Qué sacarás de dejar tu casa si llevas contigo tu «yo» y todo su equipaje? La realidad la tienes igual en tu casa que en todas partes». El verdadero abandono, el verdadero sacrificio, es el sacrificio del yo; el verdadero silencio es el silencio del yo, no el silencio exterior. La verdadera abnegación no consiste en sacrificar cosas exteriores, aunque esto puede circunstancialmente ayudar, sino en ofrecer el yo, en ofrecer nuestra idea de ese «yo», y no otra cosa cualquiera. Exteriormente podemos hacer el mismo trabajo, dedicarnos a nuestro quehacer habitual, pues es un proceso puramente interior. No se trata de hacer nada fuera con mucho coraje, con mucho genio, no; la energía es interior, tenemos que emplearla frente a nosotros mismos, no frente a los demás, porque es a nosotros a quien tememos, no a los demás. Cuando estamos solos continúan exactamente los mismos problemas. Y si creemos que solamente tenemos problemas ante la gente, nos equivocamos, porque en realidad lo único que hace la gente es despertar los problemas que existen en el interior. Los problemas están en nuestro interior.
Hemos de aprender a estar con todo nuestro yo presente en lo que hacemos, como si en cada situación nos jugáramos la vida, o como si fuéramos a morir. Parece muy dramático, pero no lo es, antes al contrario. Desde el punto de vista de la realidad, más bien es una broma, un juego. Porque lo que nos vemos obligados a abandonar con tanto sentimiento, con tanta pena, es justamente lo que nos obstruye y nos perjudica, lo que está vacío y no tiene valor ni realidad. Son cosas que parecen difíciles si uno no puede intuirlas directamente.
Por último podemos decir que al llegar a la realización todos los problemas de la vida quedan resueltos. ¡Y pensar que se han vertido toneladas de tinta en libros de filosofía! Hemos tenido a veces que aguantar discusiones y demostraciones aburridísimas en los intentos de explicación del por qué y del cómo de la vida, de la naturaleza, del hombre, de Dios. Cuando se intuye la realidad se da uno cuenta de que hay un error constante de perspectiva en el planteamiento de la mayoría de los problemas y de los postulados tal como suelen exponerse en las teorías filosóficas. Es que superponen siempre dos cosas: el problema de Dios y el problema del mundo; el problema de lo Absoluto y el problema de lo relativo; el problema de lo Uno y lo múltiple, entre lo Absoluto y lo relativo, entre Dios y la criatura. Esto que nos parece muy natural, es completamente falso desde su misma formulación inicial. Lo que pasa es que sólo se percibe claramente la falsedad cuando existe una profunda experiencia interior. Uno se da cuenta entonces de que no es posible parangonar lo absoluto con lo relativo, porque una de dos, o vivimos con conciencia de lo relativo y entonces lo absoluto es una pura hipótesis, o vivimos con conciencia de nuestra noción de absoluto y entonces lo relativo no tiene realidad.
Por tanto no se pueden establecer nexos entre una cosa y la otra; son estados de conciencia, grados de luz, pero no son relaciones de razón, relaciones lógicas de ninguna clase.
O sea que la mayor parte de los problemas desaparecen por completo en el orden filosófico. Esto demuestra una vez más que el camino de la especulación no es el que nos puede conducir a la realización. La India tiene eso de bueno, que fundamenta el trabajo interior en la experiencia, no en teorías. Y eso considero que no tiene precio, y es lo que pretendo inculcar. Dejemos de especular, de teorizar, de criticar, de preguntar y de contestar. Simplemente aprendamos a mirar, a abrir nuestra mente, aprendamos a ser más sinceros, más despiertos, más nosotros mismos, ante nosotros mismos y ante las cosas. Que nuestra mente se mantenga abierta, sin prisas pero viviendo cada situación de un modo total. Y aseguro que entonces todos los problemas de tipo teórico y de tipo práctico, todos los problemas afectivos y los problemas de aspiraciones aún no realizadas quedarán completamente solucionados. Porque en la medida en que lleguemos a la realización, quedaremos satisfechos del todo, no por compensación, sino en la verdadera moneda.
Una vez más digo que toda la satisfacción que buscamos en las cosas procede de esta realidad central, del mismo modo que como decíamos en otro lugar, todo amor que ponemos en las personas no es más que una expresión del amor único que se expresa a través nuestro. Por lo tanto, cuando vamos derecho a esta fuente no hacemos sino encontrar lo mismo que andábamos buscando, pero del todo. No es una mera compensación psicológica sino que es el encuentro con la verdad, el descubrimiento de la evidencia total, lo mismo que en realidad deseábamos aunque sin saberlo bien.
Es preciso que aprendamos a ver que esta investigación de la realidad no es algo que nos aleja de la vida, que nos aleja de la gente. No nos aleja de nada; al contrario, es lo único que nos conduce al centro de la vida, al centro de nosotros mismos, al centro de las demás personas y de las cosas, y el único sitio desde donde se ve cada cosa mejor y del todo es desde su centro. El único sitio desde donde uno puede manejar toda la cosa, la que sea, es desde su centro. Por lo tanto cuando hacemos esta investigación y nos acercamos a nuestro centro estamos llegando al centro de todo, incluso al centro de nuestras actividades, al centro de nuestra relación con la gente, al centro de nuestra capacidad mental, etc. No temamos que la realización nos aleje de la vida; nos alejará de nuestras falsas ilusiones de la vida, pero nos dará a cambio una perspectiva cierta, real, total de lo que es la vida.
Muchas veces se plantea como problema la afirmación de la Advaita Vedanta que dice «todo lo que existe es ilusorio, sólo Brahma es real» y por otro lado afirma «el universo es Brahma». Esto nos parece un absurdo, una cosa muy difícil de aceptar. Es porque no se acaba de ver bien. Todo es real porque sólo existe la realidad, no existe nada que no sea la realidad. De un modo intuitivo podemos verlo y aceptarlo. El error está en querer ver dos valores: absoluto y relativo. Pero desde el momento en que tenemos esta intuición de lo real, vemos todas las cosas insertadas en lo real, en función de lo real, en su dimensión real. Y de repente descubrimos que todo es real, pero todo es real desde su centro; todo es ilusorio cuando confundimos la forma, el nombre con la realidad. Sin embargo, incluso esa forma y ese nombre adquieren realidad cuando los podemos vivir desde el centro.
Este es un camino que debe ser recorrido personalmente. La mera lectura, la reflexión y la especulación no nos harán adelantar un solo paso. Quienes sienten auténtico interés por el conocimiento de la verdad, por la filosofía viva, deben tener muy en cuenta que nuestra capacidad de descubrir la verdad no depende sólo de nuestra aptitud intelectual sino además de la profundidad de nuestra experiencia interna. Es ésta la que proporciona unos datos, una perspectiva y una evidencia que nada ni nadie más pueden darnos. Por eso el camino de la autoinvestigación debe ser recorrido a pie, paso a paso, experimentalmente. Está en nuestra mano el hacerlo. Es el camino para aquel que tiene interés en vivir la realidad desde su nivel mental. El camino del Jñana Yoga conduce a esa experiencia, a esa vivencia de la realidad que al mismo tiempo es plenitud interior, amor perfecto y conciencia del poder total, porque arriba todo se junta. Es abajo, en el punto de partida del camino donde hay separación y diferencias y donde nos encontramos que a uno le será más fácil subir a través de la autoinvestigación, hecha de esta manera que estamos describiendo; a otro le resultará más sencillo subir por el sendero del amor, y a otros por otros caminos.
Tampoco hay inconveniente que uno siga al mismo tiempo varios caminos. Sólo que entonces ha de tener cuidado especial en que la diversidad de técnicas no disminuya o disperse la plenitud de dedicación. Es preciso que lo que cada uno siga lo siga del todo, que lo siga con toda su fuerza, con toda su capacidad y que esta total capacidad se renueve a cada momento. Si ahora, por ejemplo, yo me pongo a mirar y a buscar con toda mi capacidad de investigación qué es el yo, esto no me da ninguna garantía que de hecho esté utilizando toda mi verdadera capacidad, sino tan sólo la que yo puedo disponer en ese momento. Pero precisamente por esto, a medida que utilice toda mi capacidad disponible ahora se irá desarrollando más y más esta capacidad. Por eso esta actitud de total dedicación tiene que estar renovándose constantemente. Es hacer un acto de entrega total, renovándolo cada vez del todo según nuestra capacidad del momento. Al final, esta entrega renovada conduce a la plena experiencia. No hay en ello error posible. Es la gran ventaja de lo experimental, que no hay error porque no se trata de especular, de teorizar, no se trata de decirme que soy una persona muy lista o muy buena, etc., no he de convencerme de nada. Se trata de ver lo que soy, de vivirlo, de vivirlo de veras, de un modo total, y es en lo único que no puede haber error. El error puede existir siempre en un proceso intelectual, proceso de adquisición de conocimiento de las cosas, de datos; pero en lo que es tomar conciencia directa, inmediata de sí mismo, en esto no hay error posible. Al decir «yo» me refiero a algo que siento de modo directo e inmediato. Se trata que este «yo» que resuena en mí aprenda a vivirlo más y más mediante la centración mental, mediante la apertura y la penetración. En esto no hay error porque no hay especulación, comparación, no hay adjetivos. Es buscar el sustantivo, el único, del cual se derivan los demás. Este único sustantivo es ser, el ser que soy, la realidad central.
Porque no tenemos esta evidencia clara de nuestra realidad profunda, total, incondicionada, estamos poniendo constantemente condiciones a nosotros mismos y al mundo que nos rodea. Buscamos la libertad y nos creemos que consiste en manejar las cosas, en hacer más combinaciones con ellas. No, la suma de los relativos nunca nos dará un absoluto. Es otra noción, otra dimensión. No llegaremos al conocimiento, a la realidad atareándonos con los datos, con las ideas. Por mucho que andemos con sueños no descubriremos nuestra personalidad como seres concretos de conciencia vigílica. Se trata de un nuevo plano, de un nuevo nivel de ser. Esta experiencia, la única que nos conducirá a la realización, es una experiencia que está en nosotros, a nuestro alcance y que sólo espera que dejemos de estar confundiéndonos con las cosas, con nuestro nombre, con nuestras condiciones, con nuestras circunstancias, para que podamos respirar hondo y sentir realmente que soy yo.
DIFICULTADES DE LA AUTOINVESTIGACIÓN
Conviene también saber que existen dificultades en la marcha del trabajo interior de la autoinvestigación.
La primera dificultad es nuestra tendencia a dormirnos, es decir, a volver a nuestro estado habitual. Es preciso renovar sin cesar este acto de apertura, de investigación, de mirar del todo, de buscar. Es preciso renovar este gesto de no quedar absorbidos por lo de fuera, de no dejarnos arrastrar por la dirección habitual de nuestra actitud, sino buscar hacia dentro, aunque sin romper ni interrumpir el circuito dinámico hacia fuera de la vida en sí. Se trata de que a medida que vamos viviendo, a medida que nuestra realidad se va expresando en las actividades usuales, ser consciente de ella, pro a la vez ir ensanchando más y más nuestra mente para que cada vez sea más capaz de percibir este circuito en su origen, hasta llegar a su centro. Es un gesto de ampliación de nuestro campo mental. Esto, sobre todo al principio, cansa porque uno hace fuerza por dentro de la mente. Conviene saber que cuando uno está trabajando durante algún tiempo, esta actitud de investigación, de mirar, de bucear para descubrir, empieza a funcionar sola y no exige el menor esfuerzo y es perfectamente compatible con que se esté estudiando una lección o hablando con una persona algo importante. Son dos procesos que por tener lugar en planos distintos pueden seguir simultáneamente cada uno su propio camino: mientras se piensa, se habla y se acentúa de acuerdo con lo que la circunstancia requiere, sentimos que al mismo tiempo se prosigue en nuestro interior esta investigación siempre en un sentido de mayor profundidad.
Al empezar, sí, uno hace fuerzas, porque no conoce otro modo de trabajar, no sabe cómo andar, y mientras dura este trabajoso esfuerzo de entrar hacia dentro en dirección al yo, es incapaz de hacer nada más. Pero no tiene que desanimarse por las dificultades. Tiene que renovar su esfuerzo una y otra vez, aunque sea imperfecto, con el deseo de conseguir el objetivo. Así irá afinando la puntería y adiestrando los instrumentos, y poco a poco se producirá esté estado de investigación permanente que continúa día y noche, que ya no depende de una actitud deliberada, sino que en gran parte se convierte en un proceso autónomo. Nos daremos cuenta entonces de que ya no somos nosotros quienes trabajamos, sino que es un proceso de maduración que se produce en nuestro interior.
Hay también las crisis. A medida que profundizamos un poco más en nosotros, nos encontramos con que muchas cosas que antes nos ilusionaban ahora de repente nos damos cuenta de que son niñerías y esto nos obliga a cambiar nuestra escala de valores. Cuando esto lo descubrimos de un modo claro, definido, apenas presenta problema si realmente estamos decididos a proseguir nuestro camino cueste lo que cueste. El verdadero problema surge cuando apunta la nueva etapa, pero aún no estamos establecidos en ella. Cuando estamos a punto de llegar a un nuevo estado pero todavía no hemos llegado a él, porque entonces nos damos cuenta de que tal circunstancia o situación, la que sea, nuestro círculo social de amigos, nuestras costumbres y aficiones a las que hasta ahora hemos estado muy adheridos, están amenazando ya en desligarse y perder todo interés. Y esto sí que a veces produce miedo, perplejidad y vacilación por nuestra fuerte identificación con todo ello. Debemos darnos cuenta de que cada vez que sintamos estos miedos y estas dudas es que progresamos. No hemos de ver estas crisis como algo negativo, sino como puntos de referencia positivos de nuestro avance. Si no progresáramos no aparecerían miedos nuevos ni nuevas inquietudes. Desde este punto de vista cada vez que nos encontramos mal es que vamos bien, porque al fin y al cabo para seguir encontrándonos como ahora no valía la pena movernos de sitio.
Siempre que hay un trabajo de profundización, un ensanchamiento de conciencia hay también algo que cae, algo que se suelta. Puede ser que a veces se perciba antes lo que se suelta que el nuevo estado interior que se encuentra detrás. Si primero se percibe lo positivo, estupendo, ya que lo antiguo cae como una fruta madura, sin ningún esfuerzo, como el adolescente se desprende con naturalidad de los juguetes que le apasionaban unos años atrás. Pero cuando primero uno siente que aquello va a caer y todavía no vive lo que hay detrás, el nuevo estado subjetivo, el grado de iluminación correspondiente, entonces es inevitable que sufra la crisis como algo intenso y doloroso. En esos momentos es cuando uno ha de aprender a tener discernimiento y serenidad, y darse cuenta de que siguiendo el trabajo, a pesar de todo, descubrirá al fin el poco valor y consistencia que tiene la costumbre antigua a la que aún tan fuertemente se agarra.
Hemos de ver claro que en el trabajo interior vamos a ganar. Y a ganar no ya los objetos o las situaciones a que estamos adheridos, sino precisamente lo que vamos buscando, lo que estamos poniendo de valor en aquello. Porque siempre, de un modo o de otro, buscamos en cualquier cosa mayor plenitud, mayor satisfacción, mayor realidad. Y esto es precisamente lo que encontramos de un modo real y permanente. Por eso es importante que aprendamos a ver las crisis como amigas, como indicadoras de nuestro adelanto; nunca como barreras ante las que uno retrocede. Es evidente que todos las encontraremos en nuestro trabajo. Pero es que si no las encontramos porque trabajamos, las encontraremos igualmente porque la vida nos las impondrá. Y más vale que aprendamos a ir por nuestro pie y por la vía positiva de ir descubriendo lo bueno que se oculta detrás de todas las formas y de todas las apariencias, que no que la vida nos arranque las cosas de un modo violento en su sereno pero inflexible devenir.
Nivel de la Personalidad- Nivel del Alma- Nivel del Espíritu
I. NIVEL DE LA PERSONALIDAD
Vamos a tratar ahora acerca del yo de la personalidad. Intentaremos sugerir, a continuación, unas líneas de investigación, de observación, para que cada uno trate de determinar a qué nivel está viviendo y, de este modo, distinga cómo puede ir evolucionando y viviendo lo mismo desde una zona superior.
Características
¿Qué características tiene el yo que se vive a nivel personal, a nivel de fuerzas, a nivel de lo que, en la terminología de San Pablo, se llamaría el “hombre viejo”? La personalidad, ese hombre viejo, está constituido por nuestro cuerpo físico, nuestra vitalidad, con todo su mundo de necesidades y de mecanismos psíquicos, así como el nivel afectivo y el nivel mental pensante. A este cuádruple plano es a lo que llamamos personalidad, cuando se vive de modo que:
1. Necesita definirse constantemente por sus atributos concretos y por comparaciones: “yo soy esto”, “yo soy así, y no de otro modo”, “yo soy tanto como…, más que”. Esta es una de las características fundamentales del yo que se vive a nivel de la personalidad.
2. Si lo observamos, siempre está juzgando a otro yo: “ahora podría hacer esto”, “yo me considero más”, es un yo que está hablando a otro yo. Existe este diálogo interno porque este yo personal siempre es objeto, objeto de sí mismo.
3. Es variable, depende de las circunstancias internas y externas: si las cosas me van bien, considero a mi yo valioso; si me van mal, éste ya baja de categoría. Si hay salud, si siento una euforia vital, entonces me encuentro lleno de empuje, de fuerza, de realidad; por el contrario, si tengo enfermedades incurables o peligrosas el yo se siente disminuido, acabado. Cualquier circunstancia externa lo puede hacer variar.
4. Siempre quiere o pretende ser más, y cuando no tiende a ello es porque se siente demasiado inferior, pero nunca se vive tal como es. Tiene un movimiento dinámico, bien hacia arriba, queriendo hincharse, queriendo ser más, o hacia abajo, en descenso, con depresión y desánimo.
5. Es un yo que se constituye en centro aislado respecto a todo lo demás. Se siente como isla, una isla en la que puede tener buena relación con los demás, pero el yo se vive como algo completamente aislado en sí mismo, extraño a todo.
6. Necesita, siempre, estar formulando ideas concretas sobre sí. Necesita, por esta tendencia a la que nos hemos referido, vivir apoyado en la comparación, evaluarse, definirse, concretarse de una forma continua. Es como si quisiera llegar a ser porque de algún modo se da cuenta de que no es.
7. Su naturaleza dinámica está constituida por la ley del recibir, más que la de dar. Quiere recibir seguridad, apoyo, dinero, afecto, y, cuando da, es a condición de que esta donación revierta en un nuevo beneficio para él. Esta es la ley que rige este nivel de nuestro ser. Está, por lo tanto, inevitablemente supeditado al temor, al enfado, al desengaño y a la desilusión, así como a las opiniones propias y ajenas.
Como vemos, el yo centrado en la personalidad es un yo tambaleante, inestable, inseguro. Es un yo que lo es todo menos YO. Trata de serlo, juega a ello, pero nunca lo es auténticamente.
Al decir YO, queremos decir, de algún modo, realidad, autenticidad; algo estable, firme, de valor intrínseco. El yo que hemos analizado no tiene ninguna de estas características.
¿Nos sentimos encuadrados dentro de las características enumeradas? ¿Nos vivimos de este modo? ¿Sentimos de esta forma nuestro yo en la vida diaria? Si es así, ello significa que estamos centrados en nuestra personalidad.
II. NIVEL DEL ALMA
Características
Las características de la conciencia de sí mismo, cuando se vive a nivel del alma, a nivel de lo que podemos llamar energías primordiales, de la vida espiritual, del hombre nuevo, como nos diría San Pablo, son:
1. No necesita definirse, ni poseer ideas sobre sí mismo. La necesidad de definirse, de concretarse, de depender de unas ideas, reside siempre en la creencia de que lo que uno es consiste en tal idea. Por lo tanto, hay una necesidad constante de reafirmarse, de reflexionar, de acabar de encontrar la idea perfecta que pueda definirle a uno.
El Yo no es ninguna idea, y cuando se eleva por encima de estos niveles de la personalidad, esto llega a vivirse de un modo inmediato, real; uno deja de sentir la necesidad de definirse, incluso la de opinar sobre uno mismo. Vive la realidad de uno mismo como energía, como amor, como felicidad y como comprensión, en un grado u otro. Esta es la naturaleza de la intuición que uno tiene de sí mismo; nunca está en relación con nada, nunca se refiere comparativamente a otra cosa. Es vivir, es ser. Uno se siente ser esas cualidades de un modo intrínseco, sin más.
2. Cuanto más da de sí mismo, de eso que es, cuanto más expresa, en todos los sentidos, eso que se siente ser, más crece y más es. Esto es muy importante, porque así constatamos una contraposición exacta con el mecanismo que sigue el yo de la personalidad. Esto último siempre está temiendo perder, perder afectos, dinero, posiciones, garantías, seguridad, y, para asegurarse más, quiere tener más, recibir más y dar menos. Pero cuanto más permanece en esta tónica, más inseguro vive. En cambio, al vivir en este nivel superior, cuya naturaleza es esencialmente centrífuga y creadora, el darse y el expresarse es seguir su propia ley de afirmación y de crecimiento.
3. Cada vez se siente más próximo al interior de los demás. Así como hemos dicho que el yo centrado en la personalidad se siente aislado, por el contrario, uno se siente al vivir, en las fuerzas anímicas, en las fuerzas espirituales, cada vez más cerca del interior de los demás y de todo lo demás. La naturaleza adquiere una vida, los animales llegan a mostrar a nuestra percepción interna una conciencia que antes no detectábamos y las personas gozan de una proximidad, de un parentesco, de una relación estrechísimas.
4. La persona consigue, en este nivel, una libertad interior; obtiene, progresivamente, una independencia de las opiniones que los demás puedan tener de él. No depende de la opinión, porque no se apoya en una idea de sí mismo y, por lo tanto, no puede existir ninguna otra idea que pueda negarla; una vez más, está en contraste con el yo personal que quiere ser de un modo determinado y que siempre está en peligro de que alguien le diga que no es como se cree ser. Por esto, el yo personal está continuamente pendiente de las opiniones ajenas y es tan susceptible que basta con decir algo que sea contrario a sus deseos para que la persona que vive desde este yo se sienta mortalmente herida en su dignidad, en su amor propio. Por el contrario, cuando se vive desde esta fuerza interior, uno se da cuenta de que la opiniones de los demás no tienen ninguna sustantividad, ninguna realidad, ninguna fuerza, que no cambian en nada lo que uno realmente es.
5. Otra de las características es que la persona tiene completa independencia del sentimiento de posesión. Nos referimos a cualquier tipo de posesión, no sólo a la de bienes materiales. Por ejemplo: poseo una familia, un prestigio, unas ideas, un conocimiento, etc. Cuando uno vive centrado en este nivel más interior se da cuenta de que todo lo que posee no tiene nada que ver con lo que realmente es el Yo. Todo lo que pueda poseer lo considero mío, de mí, pero no Yo. Cuando se vive este YO en esa realidad inmediata, todo lo que no sea él se vive como extraño a este YO, de modo que uno no depende, no se apoya en ello. En resumen, lo que queremos decir aquí no es que no utilicemos o no queramos lo que llamamos nuestras posesiones, sino simplemente que no dependamos interiormente de ellas.
6. Y, por último, y de una forma total, se es independiente de toda clase de circunstancias externas e internas que puedan afectar a la personalidad: si uno tiene mala o buena salud, esto no le afecta para nada interiormente; quizá tenga repercusiones externas, pero el modo de vivirse uno a sí mismo no queda afectado en absoluto. Lo mismo sucede con las circunstancias, sean éstas agradables o molestas, favorables o adversas. Nada que afecta a mi cuerpo, a mi nivel emocional, a mis ideas o a mi mente puede afectar mi modo de vivirme internamente. Uno no depende de cómo van las cosas, de si cambian o no, de si el mundo se hunde o no. Esto no significa que uno sea indiferente, apático. Lo que quiero señalar es que no le afectan en su modo de vivirse a sí mismo; afectará quizás a su trabajo, a su modo de expansión y de expresión, pero no afecta para nada a su equilibrio, a su solidez, a su modo intrínseco de ser él mismo.
III. NIVEL DEL ESPÍRITU
Y para completar este análisis, llegamos al nivel del espíritu, que más que como un nivel debe ser considerado como un centro. Nos referimos al YO central o espíritu, o, dicho de otro
modo, a lo que se ha llamado conciencia Crística o Dios en nosotros; son distintas formas de expresar lo mismo. Vivir desde este Yo central, estar en este centro, no es lo mismo que vivir
alrededor de ello, como sucedería a quien se detuviera en el perfume de una flor, sin ir a la flor que es la fuente y la causa del perfume.
Lo que se puede realizar desde este centro es difícil de expresar, puesto que es algo ilimitado, y fácilmente las palabras nos darían una imagen inexacta de la realidad que intentan reflejar. Por lo tanto, nos hemos de contentar con decir que lo que se puede realizar desde este centro es la realización de la unidad con lo que ES en sí, lo que los hindúes llaman Atman y cuyos atributos esenciales son Sat-Chit-Ananda. Sat es la existencia absoluta; Chit, el conocimiento absoluto, y Ananda, la felicidad absoluta. Vivir en este centro significa ser uno, realmente, con este poder único, ser uno con esta inteligencia creadora única que existe, ser uno con esta plenitud, con esta felicidad, con este amor único. Pero quizás, al llegar a este punto, se imponga el silencio, para no desvirtuar o desfigurar esta Realidad tan inefable con nuestras pobres palabras. De momento tenemos suficiente trabajo con intentar profundizar en el nivel de la personalidad y en el del alma para aclararlos y delimitarlos con precisión. Esto es necesario y fundamental, porque podemos ya comenzar a reconocerlos en nosotros de un modo más claro.
Los niveles del alma no son una realidad que se encuentra aparte, sino que se trata de algo que estamos viviendo. Lo que sucede es que como solemos estar identificado con nuestro nivel personal, cuando se expresan en nosotros energías de niveles superiores tienen poca estabilidad, poca viabilidad porque van mezcladas con la gama de sectores más elementales. Hemos de aprender a prestar atención y a reconocer cuándo suena en nosotros la nota auténtica, cuándo se da en uno esa expresión más genuina de lo que viene de arriba, del centro; a detectar este sentimiento que, aunque moviliza todo lo que se encuentra más abajo, procede de una zona más alta y tiene un sabor, una calidad distintas. Aprendamos a reconocer esto que es distinto, que se vive como energía, como cualidad afectiva en el sentido de paz, de amor, de gozo, de libertad, etc. Del mismo modo, en el campo de la mente, hay una comprensión tejida de claridad que nos viene de arriba. No es un proceso que elaboramos nosotros, sino que consiste en una comprensión que se presenta ante nosotros, como si descendiera sobre mi mente. Hemos de aprender a reconocerla y a sentir su carácter liberador; es como si nos hiciera sentirnos mentalmente más despejados, más amplios.
Pero es preciso que estemos atentos para descubrir estas diferencias, ya que ahí se encuentra el camino para que aprendamos a centrarnos más y más en esas energías superiores. Lo superior crecerá en nosotros en la medida en que mantengamos la atención sobre lo que nos viene de un nivel superior. Si sólo estamos atentos a lo inferior, aunque poseamos cualidades muy buenas y aunque éstas salgan, nunca las reconoceremos, las identificaremos, ni podremos darles paso conscientemente.
Ello requiere que nazca en nosotros este criterio de discriminación; aprender a distinguir lo que es superior de lo que es inferior, de tal modo que este aprendizaje nos permita centrarnos, poco a poco, en ese nivel superior, para vivir y utilizar lo inferior desde allí. Lo inferior existe, está ahí, pero ha de vivirse como instrumento, dentro de su propio nivel, sin que nos esté confundiendo u ocultando lo que es superior. Por lo tanto, esta atención, esta discriminación es fundamental. Si queremos trabajar y llegar a la autorrealización, hay que pasar por este camino de ir descubriendo lo que es moneda auténtica y moneda falsa. Pero ello requiere, necesariamente, esta atención en los ejercicios prácticos y, después, en la vida diaria.
Antonio Blay
Evolución, Crecimiento
Diferentes unidades de conciencia
Nuestra evolución se produce como si ésta consistiera en ir creciendo, adquiriendo conciencia y dominio de una unidad pequeña para pasar a otra unidad mayor y luego a otra mayor y así progresivamente. Esto ya lo vemos en lo que es el desarrollo psicológico habitual, conocido por todos nosotros, en el que van apareciendo horizontes cada vez más amplios y más ricos a medida que la persona va creciendo.
Pero desde el punto de vista de la realización, el crecimiento no sólo estriba en este horizonte mayor que se va asumiendo -con una mayor riqueza de experiencias y de visión- sino que consiste concretamente en pasar a través de una jerarquía de unidades.
Primero, la persona va adquiriendo conciencia de su personalidad, de su cuerpo, de su afectividad, de su mente, y gran parte de la vida consiste en un aprendizaje para poder ir manejando todo esto. Pero luego, la persona ha de llegar a descubrir, en un momento u otro de su evolución, que eso que está viviendo como su unidad realmente sólo es parte de otra nueva unidad, la cual es también él mismo. Esa nueva unidad es lo que he descrito otras veces con el nombre de nuestro universo individual.
Toda nuestra vida, desde el punto de vista subjetivo, es nuestra conciencia; y esta conciencia es una constante actualización de un potencial interior. Esto quiere decir que todo aquello de lo que yo soy o he sido o puedo llegar a ser consciente, es una actualización de esa identidad básica que yo soy, y que ese potencial es el que luego se va manifestando en mi campo de conciencia.
Los tres sectores de mi realidad
En ese campo de conciencia, por un lado está mi personalidad, está mi cuerpo, están mis ideas, mis hábitos, mi conducta, mis recuerdos, está todo lo que yo vivo en primera persona. Pero también en este mismo campo de conciencia está lo que yo vivo como lo otro: mi imagen del mundo, mi conocimiento de las personas, mi valoración de las personas, todo lo que yo siento en relación con personas, seres y circunstancias; y todo esto es también un aspecto de mi propia conciencia. Y aunque esto se corresponde que está realidad más allá de mí, yo solamente vivo ese mundo según está registrado en mi propia conciencia.
Además, esta conciencia tiene otro sector superior que es donde yo voy registrando todo lo que, a mi entender, está por encima de mí y por encima del mundo. Y ahí es donde nosotros vamos registrando todo lo que son aspectos de una belleza ideal, de una bondad, de una felicidad, de un poder, de un Ser, de una eternidad; en definitiva, todo lo que llamamos valores trascendentes. También todo esto es parte integrante de nuestro mundo o universo individual.
Éstos son los tres grandes sectores de nuestra conciencia. Lo que yo vivo en primera persona: yo. Lo que vivo como perteneciente a lo que está fuera de mí: el mundo, la existencia. Y luego lo que son los valores o realidades superiores: lo trascendente, lo espiritual, lo divino.
Durante la primera etapa de evolución, la cual puede durar muchos siglos, el hombre va tomando conciencia de su propia personalidad como su única unidad; el hombre vive su personalidad, su cuerpo, su mente, su afectividad, a la vez que está constantemente enfrentado y en relación con el mundo y también con unas realidades superiores. O sea, que el se vive como una unidad enteramente distinta del mundo, del resto del mundo y de lo superior. Pero llega el momento en que va descubriendo -o ha de llegar a descubrir- que de algún modo eso que conoce del mundo es él mismo; no que el mundo en sí sea él mismo, sino que su conocimiento, su conciencia del mundo, es su conciencia, es una parte de sí mismo. Y que lo que uno intuye, conoce o formula respecto a lo superior es otra parte de esta conciencia total de sí mismo; es un aspecto de sí mismo.
Fijémonos bien, porque esto no quiere decir que yo no me relacione con los demás; simplemente quiere decir que yo solamente me relaciono con los demás a través de mi noción, de mi imagen -de la conciencia en mí- de los demás. Y que yo me relaciono con lo trascendente sólo a través de mi conciencia de lo trascendente. Por esto os decía que no hay auténtica comunicación superior si no hay esa presencia, esa realidad superior actualizada en mi conciencia.
Así, todo lo que yo conozco, valoro, en todos los aspectos, en todas las áreas de la existencia, visibles o invisibles, presentes, pasadas o futuras, son aspectos de mi propia conciencia total. Y todos esos aspectos, todos esos contenidos de mi conciencia total, son expresión de lo que esta misma conciencia es en su centro, de lo que yo soy en mi identidad central, en mi ser, en mi autenticidad.
Yo como creador
La persona ha de ir aprendiendo a reconocerse a sí misma en esa unidad total; en lugar de vivirse sólo como una parte -a la que pone su nombre personal- ha de llegar a reconocerse en lo que no es él. Los demás son otros aspectos de sí mismo, son otro modo de vivirse a sí mismo en tanto que otro. Y mi relación con Dios es otro modo de vivirme a mí mismo en tanto que lo Superior. Pero eso se suele hacer sin reconocerse, y por lo tanto sin asumir esa identidad total que somos. La evolución, en este aspecto, consiste en que yo vaya tomando conciencia, que vaya reconociéndome en todas estas áreas de conciencia.
Como puede verse, esto presenta un horizonte fabuloso. Porque yo he de darme cuenta de que todo lo que conozco, todo lo que siento, todo lo que existe para mí, es mi propia existencia; la cual a la vez es reflejo de la existencia en sí. Que todo cuanto conozco, que todo cuanto deseo, que todo cuanto percibo, que todo cuanto hay en mi interior, desde mi noción del firmamento, del universo, hasta las cualidades más íntimas de alguna persona a quien yo conozco y admiro, todo son aspectos de mi propia realidad total. Yo he de hacer un cambio; es necesario que traslade mi centro de identidad desde mi explosiva personalidad al centro de todo ese campo de conciencia. Esto se parece mucho a descubrir que en esta escala concreta, en esta etapa particular de mi evolución, yo soy como un dios.
Y soy como un dios en el sentido de que:
a) yo mantengo mi identidad aparte de todo el campo de conciencia;
b) este campo de conciencia y todas las cosas que existen en él, todas las formas y contenidos, salen de mi propia naturaleza, de mi propia creación;
c) yo puedo mantener una dirección activa respecto a todo lo que es esta expresión de mi propio potencial en mi universo.
Pero yo no soy como un dios en el sentido de que:
a) yo me encuentro que toda esa actualización de conciencia ya tiene lugar dentro de una realidad manifestada, que ya existe, que ya me pre-existe;
b) que yo, aunque tengo realmente un dominio sobre todo lo que es mi respuesta, en cambio no tengo dominio sobre los estímulos que yo estoy recibiendo.
O sea, que hay un background, hay una base que está más allá de mi propia creación y luego hay una naturaleza de estímulos, de circunstancias particulares, que también van más allá de mi capacidad de creación. Es necesario que por un lado yo llegue a descubrir esa naturaleza diríamos, de dios, en pequeño, y por otro lado que yo aprenda a vivir conectado con esa otra parte en que yo no soy dios. Gracias a eso se produce una articulación mía con la existencia en sí.
Lo que yo digo de ser dios dentro de nuestro universo es una noción más rica de lo que parece, porque yo no puedo pasar a una unidad superior hasta que yo no haya asumido la unidad actual. Si yo realmente soy dios en mi universo -en ese sentido que he explicado-, hasta que yo no haya asumido realmente esta función, yo no podré pasar a una mayor expansión de conciencia, a un mayor crecimiento. Ciertamente, yo soy el creador de mi universo, pero yo me vivo como esclavo, como sirviente, como un producto dentro de este mismo universo. De hecho, yo estoy creando mi universo pero luego yo me vivo como víctima de él; y éste es el contrasentido.
Yo he de descubrir que ser dios -aunque esta palabra suene muy presuntuosa- es una realidad; pero yo soy un dios imperfecto, incompleto, soy un dios en proceso de crecimiento, ya que desde el punto de vista de la totalidad de la existencia sólo soy una célula viviente del Dios absoluto. Y yo debo poder vivir estos dos aspectos: en función clara, asumida, de dios en relación con mi universo, y en una actitud de receptividad, de armonía total respecto a la unidad que me trasciende. Y sólo manteniendo el equilibrio entre estas dos direcciones, yo entonces estoy en el lugar y en la actitud justa.
del libro "La Realidad", Antonio Blay
Frases de Antonio Blay
- La mente que busca es la que separa. El buscar es el problema.
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Sólo hay una inteligencia, la inteligencia en sí. Y es esta única inteligencia que se expresa en forma de mí.
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Lo fundamental en la búsqueda de lo esencial es la sinceridad profunda.
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Si quiero un cambio total, he de hacer una inversión total de mi mismo en el cambio.
-
Con mi rechazo estoy diciendo a la otra persona: tú no sirves para ser mi vasallo.
-
La felicidad que das te queda, la que te guardas, se va.
-
Cuando vivas centrado, el exterior no te añadirá ni quitará nada.
-
Un día la vida nos ha de pegar donde más nos duela, porque allí está el último reducto del yo personal.
-
Sólo la profundidad te puede salvar: el fondo de potencia, el fondo afectivo y el fondo de lucidez.
-
Aceptar la angustia y el no ser nada, para que el fondo se revele.
-
Cuando no te vives en profundidad es porque estás dando fuerza a algo.
-
El maestro que no te lleve a responsabilizarte como si estuvieses solo en el universo, no es un verdadero maestro.
-
Interesarse por la verdad y no por mi verdad, ese es el riesgo.
-
Ser el centro del ciclón y de la brisa, eso es el centramiento, y no el estar bien.
-
La plenitud no es el ser, sino su manifestación. La plenitud es la antesala. La realidad no tiene nada que ver con la plenitud.
-
La verdad, la iluminación, puede venir como discernimiento o como fracaso.
-
Abrirse al poder absoluto, no para poseerlo, sino para ser poseído; para perderse en él.
-
El trabajo se acelera, cuando veo que no hay nada que adquirir. No se puede encender o avivar un fuego que ya está ardiendo. No se puede hacer nada para que la
vida sea: ¡la vida ya es!.
-
Sino fuera ya la realidad, nunca podría llegar a serla.
Bibliografía de Antonio Blay
Editorial IBERIA:
. Hatha yoga. (1958)
. Lectura rápida. (1967)
. Creatividad y plenitud de vida.(1973)
. Tantra Yoga. (1986)
Editorial INDIGO:
. Los Yoga. (1996)
. Personalidad Creadora. (1963)
. Energía personal. (1964).
. Relajación y energía. (1968)
. Tensión miedo y liberación interior.(1971).
. Palabras de un maestro. (1990)
. Conciencia axial. ( 1990)
. Personalidad y niveles superiores de conciencia. (1991)
. Ser. Curso de psicología de la autorrealización. (1993)
. Trabajo interior.(1993)
. La realidad. (1995)
. Conciencia, existencia, realización. (1995)
. Pláticas sobre el trabajo interior. Conversaciones con A. Blay. (2005).
. Despertar y sendero de realización. Una trayectoria personal. (2010),
Editorial CEDEL
Colección:
. Radja-yoga (Control de la mente realidad espiritual). (1965)
. Maha-yoga (Investigación directa realidad del Yo). (1965)
. Dyana-yoga (Transformación mediante la meditación). (1965)
. Hatha-yoga (Técnica y aplicaciones vida práctica). (1965)
. La relación humana como medio de desarrollo de la personalidad. (1965)
. Yoga integral. (1965)
. La tensión nerviosa y mental. (1965)
. Zen. (1965)
. ¿Qué es el yoga? (1970)
. Karma-yoga (Relación espiritual de la vida activa). (1970)
. Bahkti-yoga (Desarrollo superior de la afectividad). (1970)
. Desarrollo de la voluntad y la perseverancia. (1970)
. Plenitud en la vida
cotidiana. (1981).
. Autorrealización I: La realización del Yo central.(1982)
. " II: La integración vertical o realización trascendente. (1982)
. " III: Integración con la realidad exterior. (1982)
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